Por: Maureen Carrero, Monitora ARPA Matemática; Edición: Carolina Parra, Monitora ARPA Escritura.
Hoy en día es común escuchar hablar dentro de las comunidades educativas sobre una nueva cultura de aprendizaje que se relaciona al fácil acceso a la información y la forma en que lidiamos con ella. Como participantes activos de la educación no podemos dar la espalda a esta nueva realidad que se asienta firmemente en los centros escolares. La llamada era de la tecnología provee inmediatez y acceso directo a la información, transformando la forma en que nos vinculamos con ella: no solo hay un cambio en el plano del acceso, sino también en cómo gestionamos toda esta nueva información.
Pero, ¿a qué se refieren con esta nueva cultura de aprendizaje? Según García y Bustos[1] debido a las tecnologías y las exigencias socioeconómicas del nuevo mundo, se hace necesario considerar nuevas percepciones de enseñanza - aprendizaje y formas en las que se puede lograr. Para estos autores, es fundamental que los estudiantes encuentren nuevas maneras de aprender que les permitan apropiarse de saberes necesarios para enfrentar las exigencias de este mundo globalizado, el cual se caracteriza por demandar múltiples conocimientos y un aprendizaje permanente, es decir, estudiantes autónomos y capaces de autorregular su propio aprendizaje.
En el campo de la psicología educativa, se ha develado la importancia de desarrollar autonomía y competencias para la autorregulación en los estudiantes, y aseguran que esta última, es un proceso educable: se pueden planificar y desarrollar acciones pedagógicas que son claves para favorecer ambos procesos. Para esto, es importante conocer qué se entiende por autonomía y autorregulación, pues ambos conceptos tienden a generar confusión por la estrecha relación que existe entre ellos.
García y Bustos[2] afirman que Desde el punto de vista psicoeducativo, la autonomía remite a la capacidad de aprender a aprender. Según Romo[3], aprender a aprender es la herramienta clave para que los estudiantes desarrollen la autorregulación, esto significa que quienes aprenden deberán tomar consciencia de que su aprendizaje dependerá del empeño que pongan en lograrlo, de su compromiso y de la actitud que se tenga en el acto de aprender.
En cuanto a la autorregulación en el aprendizaje, la literatura ofrece una diversa gama de definiciones, pero en esta oportunidad haremos referencia a la mencionada por Muñoz, Troncoso y Navarrete[4] como la: capacidad propia del estudiante para seleccionar metas de aprendizaje, considerando aspectos cognitivos, afectivos, motivacionales y contextuales. En palabras simples, la autorregulación es que los estudiantes observen, comprendan y monitoreen su propio proceso de aprendizaje: que conozcan sus propias formas de aprendizaje. Por lo tanto, dentro del proceso de autorregulación es necesario desarrollar autonomía, es decir, mientras más autónomos sean nuestros estudiantes, más capaces serán de autorregular su aprendizaje.
Pero, ¿por qué es importante que desarrollen ambos procesos?, ¿qué los hace tan necesarios hoy en día? Como dijimos anteriormente, esta nueva cultura de aprendizaje nos acelera el paso para buscar nuevas formas y procesos de enseñanza- aprendizaje y, al mismo tiempo, la crisis pandémica que estamos viviendo a nivel mundial, la cual ha afectado todas las áreas de nuestra vida, ha puesto en jaque la manera en la que trabajamos y nos desenvolvemos en el día a día. El hecho de que tengamos que relacionarnos con nuestros estudiantes de forma virtual y remota, muchas veces de forma asincrónica y con mala conectividad, ha influido en la forma en la que enseñamos y en la aprenden nuestros estudiantes.
Las transformaciones a las que nos hemos tenido que enfrentar son, en primer lugar, rutinas familiares que se han modificado por el trabajo a distancia o por el mismo hecho de que los y las estudiantes ahora están todo el día en el hogar. Lo que se traduce en nuevas responsabilidades para estudiantes y sus familias en el área educativa: deben hacerse responsables de su enseñanza. En la mayoría de los casos, son los mismos estudiantes los que deben hacerse cargo de conectarse a la clase cuando es sincrónica, establecerse horarios para estudiar o desarrollar materiales de trabajo. En segundo lugar, la no presencialidad y la escasa posibilidad de un monitoreo de parte de los docentes sobre cómo se están llevando a cabo los procesos, hace más urgente el desarrollo de la autonomía y la autorregulación en los y las estudiantes, y es justamente esta nueva realidad escolar la que nos ha hecho volver a repensar en que si antes, pre-pandemia era necesario que nuestros estudiantes desarrollaran su autonomía más aún hoy en día, necesitamos que nuestros estudiantes sean conscientes de cómo están aprendiendo, de que sean más reflexivos, y sean capaces de fijarse metas propias, es decir, capaces de autorregular su aprendizaje.
Frente a todo lo anterior, sería lógico preguntarnos ¿cómo podemos lograr desarrollar autonomía y autorregulación en los y las estudiantes? o bien, ¿qué acciones pedagógicas favorecen el desarrollo de ambos procesos? Reflexionar sobre este punto es clave, pues se requiere deconstruir prácticas que comúnmente se llevan a cabo en las aulas y actualmente en aulas virtuales. Por una parte, se torna necesario que el profesor transite del rol de transmisor de conocimientos a un agente que facilite el aprendizaje de sus estudiantes. La situación actual nos está forzando a dejar atrás el paradigma del docente como centro del aprendizaje, y otorgarle la responsabilidad al estudiante. Si la presencia del docente en el aula favorece ciertos procesos, su ausencia tiene la oportunidad de favorecer otros.
Por otro lado, el estudiante debe pasar de un rol pasivo a uno activo - participativo, donde se le permita tomar decisiones, fijarse metas y ser responsable de su proceso de aprendizaje. Aquí el andamiaje que realice el profesor como estrategia pedagógica se vuelve indispensable, entendiendo el andamiaje como la práctica guiada que realiza el profesor para facilitar un giro desde la regulación externa hacia la autorregulación del estudiante.[5]
Estas afirmaciones, como docentes, las hemos escuchado decenas de veces, pero ¿cómo hacerlo?, ¿cómo concretarlas? No hay una respuesta definitiva ni menos una receta, pero sí algunos lineamientos según nuestra experiencia siendo parte de ARPA. Algunas acciones o estrategias pedagógicas que podrían permitir el desarrollo de estos procesos en nuestros estudiantes y que hoy más que nunca se hacen urgentes son: elaborar actividades desafiantes que les permitan poner en práctica habilidades, recursos y estrategias que apunten a la autonomía, habilidades como la metacognición, automonitoreo y la realización de preguntas en el proceso, tales como: ¿qué estrategias voy a utilizar?, ¿qué haré primero?, ¿qué haré después? Estar disponibles para animarlos, motivarlos, orientándolos en la búsqueda de respuestas. Permitirles elegir sus metas de aprendizaje, apoyarlos en la planificación de sus acciones y estrategias para alcanzarlas.
Facilitar espacios donde se generen vínculos desde la confianza para que los y las estudiantes no tengan miedo a expresar sus sentires y opiniones, a posicionarse. Dar espacio para tomar decisiones, cualquiera sea su consecuencia, vale decir, dar espacio al error. Facilitar instancias de trabajo colaborativo, donde puedan participar activamente desde su lugar en el mundo, validar su voz y a la vez escuchar la de sus compañeros y compañeras. Preguntar sobre sus intereses y, desde allí, construir actividades que sean motivantes. En conclusión, actividades donde los estudiantes sean los protagonistas y sean quienes vayan adquiriendo una responsabilidad progresiva de su propio aprendizaje.
Si bien los procesos de autonomía y autorregulación representan un desafío tanto para docentes como para estudiantes, se hace necesario que se piense en acciones pedagógicas que conduzcan a su desarrollo en nuestros estudiantes, no solo por su beneficio en su etapa de escolar sino que también porque apoyar al estudiante a que sea responsable y consciente de cómo está aprendiendo es un beneficio que va más allá del plano académico, la autonomía le permitirá desarrollarse como una persona consciente y crítica en el mundo actual.