El pasado 22 de abril se celebró el Día Internacional de la Madre Tierra. Cincuenta años han pasado desde que 20 millones de personas marcharon en Estados Unidos para llamar la atención sobre la urgencia de una mayor protección ambiental; luego, dos años más tarde, en 1972, se promulgó la Ley de Agua Limpia, que regula la contaminación y lleva a la limpieza de ríos, arroyos, lagos, humedales y costas en EEUU., con el resultado de que varios de ellos han vuelto a ser aptos para la pesca y la natación. La situación norteamericana levanta un precedente y desafío respecto del cual Chile parece estar muy distante.
En Chile, la pandemia del COVID-19 ha dejado en evidencia, una vez más, el problema de la escasez de agua en nuestro país, un tema crítico que pareciera que aún no asimilamos. Porque cuando nos imaginamos personas sin agua o imposibilitadas de acceder a ella en forma segura, se nos vienen a la mente ciudades o poblados de África. Por ejemplo, recientemente se ha informado que en Ciudad del Cabo, en Sudáfrica, a partir del 12 de abril se cerraron las cañerías de abastecimiento de agua, graficando así la situación actual de los recursos hídricos en el mundo, que es compleja y de la que Chile no se encuentra exento. Porque aunque para algunos sea difícil de imaginar, existen familias que simplemente no se pueden lavar las manos por falta de este recurso hídrico.
Cada ser humano necesita consumir varios litros de agua fresca diariamente para vivir. Sin embargo, el agua dulce es muy preciada y escasa. Alrededor de un 97% del agua en el planeta es agua de mar y, por tanto, no es apta para el consumo humano, ni para la mayoría de las prácticas agrícolas. Las tres cuartas partes del agua dulce están retenidas en los glaciares y en los casquetes de hielo. Los lagos y los ríos son una de las fuentes principales de agua de consumo, aunque en conjunto constituyen menos de un 0,01% del suministro total de agua. Si bien Chile dispone de una de las mayores superficies de glaciares del mundo (3,8 % de la superficie total del planeta), como también de abundantes caudales en la zona austral del país, actualmente gran parte de los ríos presentan déficit respecto a su caudal promedio histórico, según el Ministerio de Medio Ambiente.
En el Quinto Informe del Estado del Medio Ambiente, publicado el 2019, se muestra un gráfico de la proporción de la población que utiliza servicios de agua potable de manera segura (Figura 1). Desde 1996 hasta el 2015 la población nacional rural, ha experimentado un aumento sostenido en la cobertura de agua potable, sin embargo, ocurre una disminución entre el periodo 2015-2017. De acuerdo a los datos de la encuesta CASEN, la cobertura de agua potable a nivel nacional es de 97% para el año 2017. Si consideramos a la población, para el 2018, el país cuenta con una total de 18.751.405 habitantes, de los cuales, 16.543.423 habita en zonas urbanas y el 11,7% (2.207.982) reside en zonas rurales. 562.540 habitantes en Chile estarían sin agua de forma segura, en consecuencia, este número de personas tendría dificultades para lavarse las manos. Si consideramos solo la población rural, más de 441.600 habitantes estarían sin agua potable de manera segura.
[caption id="attachment_5292" align="aligncenter" width="500"]Nosotros, como iniciativa ARPA-Ciencias, no queremos lavarnos las manos respecto a la actual problemática que se está viviendo en torno a la cuarentena, ya que según estos números, la falta de agua en algunos hogares de Chile para cumplir una de las medidas más simples y esenciales que han recomendado las autoridades y expertos en el tema, para evitar el contagio del coronavirus -esto es, lavarse las manos frecuentemente con agua y jabón- no se podría cumplir regularmente.
Según estudios realizados por investigadores, Chile se encuentra entre los países con mayores riesgos de ser afectado por el estrés hídrico en América. Además, debido a los efectos del cambio climático, se proyecta un aumento en los eventos de sequía extrema para el país, especialmente para la segunda mitad del siglo XXI. Debido a la condición de alta vulnerabilidad de Chile al cambio climático, los impactos importantes en la agricultura y las comunidades rurales son esperados, con pérdidas ambientales, económicas y sociales que podrían alcanzar el 1,1% del total nacional del Producto Interno Bruto (PIB) para el año 2100.
Al reflexionar sobre este tema, con la mirada puesta en seguir avanzando en educación ambiental, nos preguntamos ¿En qué se está utilizando el agua en Chile?
Más del 60% de los derechos consuntivos de aprovechamiento de aguas superficiales y aguas subterráneas, no tiene uso asignado. De los derechos de uso de aguas superficiales y aguas subterráneas con uso asignado, destacan los usos para riego y el de bebida, uso doméstico y saneamiento, concentrando un 21% y 12% de los derechos consuntivos, respectivamente. Mientras que en los No Consuntivos destacan el uso Energía Hidroeléctrica y Piscicultura con un 36% y un 11% respectivamente.
[caption id="attachment_5295" align="aligncenter" width="500"]Al parecer hay alguien que se está lavando las manos con este 60% de uso no asignado de derechos de aguas. Por años, los tomadores de decisión se han lavado las manos y la crisis hídrica, muestra una nueva cara afectando a personas que deben lavarse las manos y hoy, en medio de una pandemia, se pueden convertir en posibles contagiados y/o focos de contagio por un problema de acceso al agua libre de material fecal y contaminación química, que se encuentre a disposición cuando se necesite y ubicada en el mismo recinto. Esto, a causa de una débil gobernanza de los recursos hídricos, no ha sido asegurado en las últimas décadas. La autoridades medioambientales han centrado sus esfuerzos, en materia ambiental sobre el recurso hídrico, desde reformas en el Código de Aguas, definiendo usos prioritarios y mejoras en la gestión de aguas subterráneas, como también en la creación de políticas que contribuyan a la conservación de los cuerpos de agua, tales como el Plan Nacional de Protección de Humedales.
Los impactos de la sequía actual, junto con las proyecciones climáticas, que muestran un aumento en las sequías para el centro de Chile, enfatizan la urgencia de cambios más rápidos en las políticas relacionadas con el suministro de agua. Planes de adaptación al cambio climático y las políticas deberían mejorar la red de monitoreo actual y el control público del uso del agua para asegurar el acceso para los habitantes y actividades productivas, cumpliendo así uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU, que plantea: de aquí a 2030, lograr el acceso, universal y equitativo al agua potable a un precio asequible para todos.
El aire, el agua y la tierra en países que han tenido reflexiones y acciones coherentes para resolver problemas ambientales, ahora son más limpios que hace 50 años. No nos sigamos lavando las manos con un recurso que debería pertenecer a todos quienes habitan este país.
El reto: hacer que la dignidad ambiental se haga costumbre.